O.M-R. – Hace ya más de dos años del colapso del complejo textil Rana Plaza en Bangladesh en el que murieron más de mil personas. El macabro aniversario no pasó desapercibido en el Foro anual de la OCDE celebrado en París a principios de junio. Si bien el mantra oficial del Foro fue “invertir, invertir, invertir” como remedio a la crisis económica global, el trágico accidente sirvió de recordatorio y de aviso de las consecuencias fatídicas del sistema productivo actualmente imperante. Se habló por ello de asegurar una inversión de calidad y, en términos más concretos, de una inversión ética y sostenible que garantice procesos productivos y cadenas de suministro socialmente responsables y respetuosas con el medio ambiente. Se enfatizó asimismo que un cambio del modelo productivo pasa por una demostración de voluntad política por parte de los Estados (que, finalmente, son los que regulan las condiciones para la inversión), una visión de negocio diferente por parte de las empresas y una mayor coordinación entre ambos. En este cambio, los consumidores también tienen un papel. Así lo hizo notar con especial contundencia en su intervención el neerlandés Bas van Abel, fundador de la compañía Fairphone que vende teléfonos móviles fabricados con materiales sustraídos éticamente, diseñados para durar y ensamblados en condiciones de trabajo seguras y justas. Van Abel llamaba al ciudadano de a pie a consumir de manera informada y consciente. Si bien, reconocía, ello exige tiempo y dedicación, la decisión de comprar un producto u otro (o no comprar) es un instrumento poderoso para reorientar a la oferta y, por ende, la manera de producir. ¿Están los consumidores dispuestos a cambiar sus preferencias?
Con motivo del segundo aniversario de la catástrofe del Rana Plaza el pasado 24 de abril, la plataforma Fashion Revolution celebró el Día de la Revolución de la Moda con una serie de acciones. Una de las que tuvo más repercusión mediática fue la colocación de un expendedor de camisetas blancas a dos euros en la Alexanderplatz de Berlín. A los compradores interesados, el expendedor les mostraba en pantalla a las personas – fundamentalmente, mujeres y niñas – que fabrican las camisetas, sus condiciones de trabajo y el ínfimo salario que reciben por ello. Seguidamente, les invitaba a donar los dos euros para actuar por la mejora de estas condiciones. La mayoría eligió donar. Esto, según los organizadores, demuestra que, cuando la gente está informada, se preocupa por las implicaciones de lo que consume. Conviene recordar aquí que la industria textil no solamente carga con el estigma de la explotación laboral, sino que es la segunda más contaminante después de la petrolífera. A través de campañas como la de Fashion Revolution se busca informar y concienciar, sobre todo a los jóvenes, de lo que hay detrás, en este caso, de las marcas de ropa que compran e, indirectamente, promover la ‘moda lenta’ o slow fashion como alternativa a la moda de masas o mcfashion. Cuanto más bajo el precio de una prenda, mayor la probabilidad de que haya sido producida en condiciones de explotación. La moda lenta ofrece al consumidor comprar menos prendas, pero de mayor calidad y fabricadas responsablemente. Uno de los retos del movimiento lento, tanto en el ámbito de la moda como en otros, son los precios poco competitivos de sus productos (por ejemplo, las camisetas más sencillas de Zady, una de las marcas pioneras de moda lenta, cuesta casi 32 euros). ¿Puede todo el mundo permitirse comprar menos por más dinero?
Son, en general, los trabajadores con peores condiciones laborales y salariales en los países del Norte los que se ven obligados a consumir bienes a precios bajos producidos por trabajadores en condiciones todavía peores en los países del Sur. Algunos invitados al Foro de la OCDE, como Ineke Zeldenrust, coordinadora internacional de la plataforma Clean Clothes Campaign que aglutina sindicatos y ONGs, señalaban que, no solamente no es suficiente, sino que no es deseable que existan marcas responsables y otras que no lo son. No se le puede dar la opción al consumidor de consumir responsablemente o no: todas las marcas y productos deberían cumplir con los mismos criterios ético-sociales y medioambientales. En ese sentido, en la actualidad, las marcas verdes, de comercio justo, etc. corren el riesgo de convertirse en privilegio de aquellos segmentos de la población que pueden permitirse pagar un poco más, generando así una división entre consumidores responsables y otros que no lo son (o no lo pueden ser). Sin embargo, lo cierto es que incluso el que puede gastar poco tiene la opción de comprar tres camisetas a cinco euros cada una o una por quince euros de mayor calidad que le durará lo mismo (o más) que las otras tres camisetas juntas. El cambio de modelo de consumo pasa por un cambio de mentalidad. A diferencia del trabajador que no puede dejar de trabajar sin arriesgar su subsistencia, “el hiper-capitalismo no ha inventado aún la estructura material para encadenar al consumidor a la sociedad de consumo”, explica el politólogo francés Paul Ariès, autor del manifiesto por la huelga de consumo. Para Ariès, es el placer ficticio que nos genera el acto de comprar lo que nos impide dejar de hacerlo, pero no existe una atadura material como la que nos liga al trabajo: no arriesgamos nuestra supervivencia por consumir menos. Por ello, siguiendo con el ejemplo de la moda, es probable que conforme se imponga la moda lenta en el imaginario colectivo, no esté mal visto tener menos prendas y ‘repetir’ ropa e, incluso, se verá mal estrenarla con demasiada frecuencia.
Al mismo tiempo, como se ha dicho, debe ser una prioridad para los Estados apoyar y promover a las empresas que producen bienes y servicios éticamente responsables y ecológicamente sostenibles con el fin de que puedan ofrecer precios competitivos al alcance de la mayoría. Es también una prioridad regular y homogeneizar los criterios de responsabilidad ética y medioambiental para evitar que su diseño y aplicación se convierta en negocio de las consultorías, lo que resulta en una falta de transparencia de cómo se otorgan certificados y premios. El que desde la OCDE se hable de ‘inversión de calidad’ y se señalen todas estas cuestiones es positivo. Quiere decir que, poco a poco, este ideario irá permeando las políticas de los países más desarrollados y que se tomarán más y más medidas en este sentido desde las instituciones. Pero el camino es largo. Hace apenas dos semanas que se lograron reunir por fin los más de dos millones de dólares que faltaban para alcanzar los 30 previstos en indemnizaciones para los afectados del Rana Plaza. El hecho de que se tardara más de dos años en reunir la cantidad establecida – por lo demás irrisoria en proporción a los beneficios de las multinacionales implicadas – no invita, precisamente, a un exceso de optimismo. Como consumidores, en nuestra pequeña parcela más o menos privilegiada, tenemos el poder de decidir cotidianamente qué consumimos y qué no, si bien, de momento, depende en buena medida de nosotros el averiguar qué bienes y servicios son menos dañinos con nuestros congéneres y el planeta.
Una versión más breve de este texto se publicó en El Correo el 9 de agosto de 2015 con el título ‘¿Una camiseta al precio de tres?’
Olivia Muñoz-Rojas
Se trata de introducir un nuevo sentido ético en la cultura de consumo, que necesita el mundo de hoy.
Puesto que las empresas siempre van a recurrir al dumping ecológico y económico, lo único que nos queda, como consumidores, es exigir información para poder consumir de forma responsable…¿dónde han sido fabricadas las prendas que compramos? si compro los bodies para mi bebé en el primark, me lo imagino, pero si los compro en zara o h&m (que son más caros), ¿acaso no han sido fabricados en el mismo sitio? ¿y entonces? tal vez, volver a las economías de escala.
Hola Laura, precisamente iba a agradecerle a Rafael su comentario, compartiendo un enlace a la Guía de Comercio Justo y Responsable del ISEi (ver más abajo), cuando he recibido tu comentario. Por tanto, gracias a los dos.
Yo me hago la misma pregunta que tú, Laura, respecto de las prendas de marcas como Zara y H&M que no son tan baratas como las de Primark, pero siguen pertenciendo al ámbito de la moda rápida y de masas y, por ello, suscitan las mismas dudas sobre las condiciones en que se fabrican. Cuando se trata de ropa para bebés, concretamente, que dura apenas unos meses (a veces, semanas) es difícil no tratar de buscar precios competitivos. Y si uno sólo va a tener un hijo, que es bastante habitual hoy en día, no convence tanto comprar prendas caras con el argumento de que uno está invirtiendo en este hijo y los que vengan!
Quizá lo que uno puede hacer de manera más inmediata es 1) comprar sólo lo indispensable; 2) comprar de segunda mano (por Ebay, por ejemplo – es algo que se hace mucho más fuera de Espana); 3) donar la ropa, pasarla a amigos, o incluso revenderla una vez utilizada, dependiendo de su estado (claro que, tratándose de estas marcas, ya sabemos que están quasi-programadas para desgastarse rápidamente).
También uno puede distinguir entre prendas y prendas: si bien, los bodies de bebé se manchan mucho y hay que cambiarlos constantemente, cuando se trata de leggings, pantalones o faldas que no requieren cambiarse con tanta frecuencia, quizá merece la pena apostar por unos de mejor calidad y, por ende, más caros – probablemente, aquellos que encontrarás en la tienda de toda la vida de tu barrio o de tu pueblo y, sí, en este sentido, supongo, estarías fomentando la economía de pequeña escala (las economías de escala, entiendo, se refieren precisamente a la reducción de costos a través de la expansión de la empresa).
En fin, me disculpo por la extensión – ahí va el enlace a la Guía de Comercio Justo y Responsable que contiene información y consejos relevantes, incluido, al final, un cuestionario de autoevaluación sobre nuestros hábitos de consumo:
Haz clic para acceder a Guia_comercio_justo_y_consumo_responsable_ISEI_Europe.pdf
Os recomiendo que echéis un vistazo a esta excelente iniciativa que se esta preparando en Bilbao esta primavera, centrada en el papel de las industrias creativas en el desarrollo sostenible: SUSTAINABLE WEEK
http://www.sustainableweek.com/programa.html